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¿Hemos olvidado que es medicina?

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Según mi visión en algunos casos, hemos olvidado al ser humano que hay detrás. La medicina, o es integrativa, o simplemente no es medicina

La medicina, como todas las ciencias, es siempre algo en continuo progreso. Siempre va a haber preguntas sin resolver y, esperemos, siempre va a haber personas que quieran dar nuevas respuestas. Tengo la firme creencia (y por supuesto, es MI creencia), de que el estudio de la salud desde el punto de vista energético, y más concretamente, de la octava electromagnética (que es la que podemos medir y “controlar”), es un camino muy interesante para poder  abrir una ventana por la que entre aire fresco en una práctica médica a veces anquilosada. El otro día hablaba con una enfermera extraordinaria que me decía “es que hemos olvidado lo que es la medicina, hemos olvidado al ser humano que hay detrás, la medicina, o es integrativa, o simplemente no es medicina”.   

Por supuesto, hay tantos puntos de vista como personas que miren. Y a veces la información que recibimos puede parecer contradictoria. Por un momento imaginemos que somos extraterrestres y que aterrizamos en nuestra nave espacial  sobre la tierra, en una casa abandonada. Vemos muebles, vemos objetos, vemos una bombilla. Y como buenos científicos, analizamos esa bombilla. La medimos, la pesamos, estudiamos de qué materiales está hecha, lo escaneamos con RX para ver si hay algo en el interior de la rosca, la desmontamos, intentamos ver cada parte qué hace… y sacamos nuestras conclusiones sobre ese objeto. Los filamentos deben ser algo muy valioso puesto que se ha construido una burbuja de cristal para protegerlo. Seguramente tendría algún sentido religioso. ¿O tal vez  era un arma? ¿sería un regalo, una artesanía, un elemento de la cocina?? Ni idea. Si no se nos ocurre ponerla en una lámpara, ni la mejor de las descripciones servirá para nada. Nuestra hipótesis será falsa y no habremos entendido nada.  

Nuestra aproximación al ser humano podría a veces caricaturizarse también así. O conectamos la bombilla o no tendremos ni idea de qué va. O estudiamos al ser humano completo, o a base de diseccionarlo, no lo vamos a comprender.  A base de estudios “single cell” nunca vamos a saber cómo funciona un organismo, porque salvo los unicelulares, una célula nunca está sola. Tampoco sirve de nada aislar una bacteria, una neurona, o un trozo de un tejido… nos estamos olvidando de lo más importante: el contexto. Durante décadas, siglos incluso, hemos ido diseccionando y describiendo. Pero describir no es comprender. Hay demasiados “enigmas” en nuestro concepto de la medicina. Desde el origen de la vida, de por qué algunos embriones son viables y otros no, por qué algunas personas no pueden tener hijos a pesar de “no tener ningún problema físico”, por qué una persona en coma orina potasio cuando en realidad solo ingiere suero glucosado (es decir, agua con cloruro sódico y glucosa), por qué un trauma emocional puede hacer que se bloqueen procesos bioquímicos en mi cuerpo…. Y sobre todo, ¿cómo revertir eso? 

Necesitamos darle una vuelta a nuestro conocimiento, ver la realidad desde otros ángulos. Los que estudiamos en su momento dibujo técnico (sin soporte informático) y nos quemamos las pestañas a punta de diédrico, recordamos claramente cómo construir una perspectiva “3D” a partir de ver las diferentes proyecciones, es decir, cómo construir la imagen “real” del objeto a través de ver las imágenes obtenidas por los distintos puntos de vista. Eso es algo que nos falta en la medicina. La información que obtenemos de los tests bioquímicos no es incompatible con la información anatómica. Por supuesto que no, son informaciones diferentes, y cuando las combino, puedo entender mejor qué le pasa a la persona. Tampoco es incompatible la información obtenida a través de su campo electromagnético. Es otro punto de vista que nos permite acercarnos desde otro ángulo a la realidad. 

Hace 120 años, más de 10.000 médicos en EEUU y Canadá utilizaban la electricidad como parte de su práctica terapéutica. Años más tarde esos mismos dispositivos fueron proscritos y requisados, y los médicos amenazados con penas de prisión si los usaban.  

Hodgkin y Huxley recibieron el premio nobel de Medicina en 1963 por proponer un modelo que explica el comportamiento de las neuronas desde el punto de vista eléctrico, a través de una serie de ecuaciones diferenciales ordinarias no lineales. Sin embargo, seguimos pensando en la salud en clave bioquímica. Es sorprendente ver cómo aceptamos con total normalidad algunas técnicas puramente energéticas (como un TAC, un PET, una RMN, un electrocardiograma, una lectura de la composición del cuerpo por bioimpedancia en la báscula de la farmacia…) y sin embargo, decimos que “no lo creo” cuando hablamos de otras técnicas de la misma familia que miden otras bandas del espectro electromagnético. Aceptamos la visión de la glucosa radiactiva en un PET pero no la visión del calor de una inflamación en una termografía. Aceptamos un algoritmo de reconstrucción de algo absolutamente no intuitivo como una RMN, pero dudamos de los algoritmos de reconstrucción de GDV. Aceptamos la estadística cuando se trata de número de glóbulos rojos, de niveles de colesterol o de presión arterial, pero no cuando se trata de valores electromagnéticos. Aceptamos los cambios en la resistencia galvánica de la piel debido a factores emocionales, pero los puntos de acupuntura “no existen” porque no tienen valores fisiológicos diferentes, solo eléctricos.  

Por suerte, la “ciencia minoritaria” sigue… Y en muchas universidades se está investigando sobre la relación entre los campos electromagnéticos y la salud. No sólo el efecto que tienen los campos externos (como la telefonía móvil), sino las propias emisiones de los seres vivos. Y cada vez hay mayor evidencia de cómo los seres vivos son extraordinariamente sensibles a los campos de energía del entorno. Eso nos ha devuelto la comprensión de que eso es así porque también podemos considerar a los seres vivos como “antenas”, capaces de emitir y de recibir información y energía.  Las investigaciones y los resultados clínicos en el mundo entero están empezando a poner la medicina energética en el lugar que les corresponde.   Todavía hace falta recorrer mucho camino pero, al menos a mi, no me faltan ganas…. 

Ana María Oliva, Dra. en Biomedicina

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Totalmente de acuerdo, se acepta la medicina alopata aunque nos dañe, lejos de resolver el problema solo nos intoxica.

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